Ayer fue el día de todos los santos y como tal, se recuerda también a los que viven en presencia de Dios. Me había enterado de que es un día señalado para los polacos. Todas las familias acuden a los cementerios a honrar a sus seres queridos. Además, supe que al anochecer se producía un efecto muy bonito. El cementerio se iluminaba con las luces de las miles de velas que lo llenaban de luz y calor.
Esto es lo que sabía de antemano y, a pesar de que eso fue lo que me encontré, aún así superó mis expectativas.
No sé porqué, pero esperaba una magnitud bastante más pequeña. La entrada del cementerio estaba llena de puestos de dulces, flores y velas. Dentro no exagero cuando digo que podría haber quinientas personas yendo de un lado para otro, adecentando tumbas y dejando sus flores. En el cruce de todos los caminos una cruz de piedra era el lugar para dejar una vela por aquellos que no yacen allí. Literalmente se podía sentir el calor que desprendía el aro de velas alrededor de la cruz.

Yo fui uno de los muchos que dejó allí una vela y un puñado de oraciones. Me acordé de todos mis familiares que por desgracia ya no me acompañan, además de rezar por todos aquellos que sufren en Valencia por culpa de las inundaciones y de la criminal inacción política. Pedí que Dios acoja a los que ya partieron a su reino y sea benevolente con aquellos que aún están en este mundo, pero que el agua se los llevó y cubrió de barro toda su historia. Y al igual que yo, había allí de pie un buen grupo de hermanos, que de seguro no tenían menos cosas que recordar.
Me sorprendió muchísimo como aquí, en Polonia, todavía se conservan tradiciones tan bonitas como esta que, junto a muchas otras, están en riesgo de desaparecer en el resto de la Europa católica. Mientras otros sitios, como mi España, abraza costumbres nuevas y destierra las suyas propias, aquí siguen cuidando las tradiciones y enseñándolas a las nuevas generaciones. Es que aquí han aprendido por la fuerza que el pueblo que no aviva su cultura y tradición se está poniendo a sí mismo fecha de caducidad. De verdad que me llena el corazón de alegría que siga existiendo algún lugar en Europa que sea el baluarte de la razón en medio de esta tormenta de sinsentido.
Por último, me maravilló la imagen tan fantástica del cementerio encendido en una calidez naranja, la luz conjunta de todas las velas de cada una de las tumbas, pues no había ni una sola que estuviera vacía. Todas y cada una de ellas tenía al menos un ramo de flores y una vela o farolillo, lo que significa que esos difuntos no están muertos todavía, pues solo muere quien es olvidado. Aquí la gente no se olvida de sus seres queridos.
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